Qué miedo! Si a nuestro Nobel le ha llovido de todo, mi modesta cabeza correrá peligro por decir –un poco en la misma línea– que no creo que la oposición esté encrispada con el Gobierno porque crea realmente que Nadine esté gobernando el país en lugar del Presidente Humala.
Y no es que no coincida con que ella está actuando mal y que se ha vuelto un problema. Pero de ahí plantear que lo que está ocurriendo con Nadine se ha vuelto el problema número uno del país, al punto que se justifica que se haya convertido el tema central del debate público, me parece francamente una exageración.
La situación la veo como un globo que se ha ido inflando artificialmente por tres elementos: las propias actitudes provocadoras de Nadine Heredia; una oposición que vio un flanco vulnerable y que supo aprovechar metiendo leña al fuego de manera muy hábil y persiguiendo fines muy concretos; y, por último, un Gobierno que no supo manejar ni mínimamente la situación, como ya es su costumbre.
Está claro que ha habido momentos en los que la Primera Dama ha procedido como si ella hubiera sido la elegida, como cuando anunció que Repsol no iba, o que el incremento del salario mínimo no estaba en agenda, tumbándose en esta última oportunidad nada menos que al Premier. También es inconcebible que sea ella la que converse con las personas convocadas para ocupar cargos ministeriales, tal como varios de los involucrados cuentan.
Pero lo que es discutible es si esos comportamientos dan para creer que –algo que sería grave y contario a Derecho– Nadine postulará el 2016, pese a haberlo negado varias veces. Es evidente que quienes quieren sobredimensionar los excesos de Nadine con el fin de exacerbar el mal humor contra ella, tratan de convencer a la población que estamos ante una decisión de alto nivel ya tomada.
Nadine – 2016
¿Estará Nadine pensando en postular? Más allá de que ella lo pueda haber deseado o lo quiera, la posibilidad de concretarlo implicaría superar obstáculos muy difíciles, que con el tiempo se han vuelto, incluso, infranqueables. Tendría que conseguir un pronunciamiento favorable del Tribunal Constitucional en base a una interpretación de la Constitución bastante cuestionable, o lograr que el Congreso derogue una ley para reemplazarla por otra con nombre propio, “la ley Nadine”. Y sólo lo podría hacer si tuviera un significativo control sobre dichas instituciones, además de otras involucradas en el proceso electoral, como el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), lo que no es así.
Haber dicho que no postularía en varias oportunidades para terminar haciéndolo, le traería un problema serio de credibilidad, mas si de esa manera estuviera también incumpliendo con el juramento que hizo la familia presidencial de no quedarse “ni un minuto más” después de los 5 años de Gobierno. Que Humala se vaya y ella se quede, aparte de generarles un problema de convivencia, sería sacarle la vuelta a lo que se prometió solemnemente, tal como podrían dar fe quienes participaron en la ceremonia de testigos. También le resultaría muy complejo tener que enfrentar a candidatos como García, Castañeda, Lourdes Flores, Keiko o Kenyi, PPK y tal vez Acurio. A todos ellos les sería muy fácil comérsela cruda, recordándole tan solo el conjunto de irregularidades que implicó dicha postulación.
Su carta de presentación ya no podría ser –por lo menos hasta ahora– la de haber estado ligada a un Gobierno exitoso. Asimismo, le sería muy difícil encontrar un sector al que representar, ya que una parte del espectro electoral se siente traicionado por el humalismo, y el otro tiene varios candidatos entre los que elegir, la mayoría más cercanos y de confianza que ella. Sería el caso, por ejemplo, de los empresarios.
En política nada queda cerrado de manera definitiva, pero difícil de creer, entonces, que las demostraciones de fuerza de Nadine están orientada a crear condiciones para su postulación.
Una oposición con operadores políticos
Hay representantes de la oposición que vienen diciendo que la toma de decisiones por Nadine son tan importantes y permanentes que podría constituir una usurpación de funciones con consecuencias jurídicas para ella, y que hasta derivaría en una declaración de vacancia del Presidente. ¿Un razonamiento así no es una prueba de que se está agrandando de una manera claramente desproporcionada lo que es sólo un problema? Y si este “efecto Nadine” se ha logrado es por la muñeca de una oposición necesitada de emitir señales de poder, apoyada por algunos importantes medios de comunicación, y del sector que siempre está dispuesto a pegarle al Gobierno (con toda legitimidad ya que están convencidos de que no puede haber un régimen peor que éste).
Aunque esta vez el Gobierno y Nadine han tenido de su lado a los empresarios de la Confiep, quienes han dicho expresamente que para ellos lo que pasa con la Primera Dama no tiene ninguna importancia.
Por otra parte ¿decisiones importantes y permanentes? Pero si estamos ante un Gobierno que prácticamente hace poco o nada, precario, improvisado y sin brújula. Es contradictorio decir que ella es la que marca el rumbo, y después agregar estamos ante un Gobierno sin rumbo.
Hay representantes de la oposición que también han dicho que criticar los excesos de Nadine es una cuestión de principios democráticos, más allá de los efectos prácticos. ¿Tanto pesan los principios democráticos en nuestros políticos y autoridades? Bueno sería. ¿Quiere decir, además, que no creer que el problema Nadine deba marcar la agenda política del país, como viene ocurriendo, o que está mal que la discusión sobre ella pueda determinar la suerte de un Gabinete es no tener principios?
Tampoco puede ser –como viene ocurriendo– que toda presencia de Nadine en la escena pública sea vista como una injerencia en la función presidencial. Ya hemos visto casos extremos que lo son de manera indiscutible. Pero hay otros que, al ser menos evidentes, permiten dudas, debates o zonas grises. Nos guste o no se trata de la Primera Dama, un cargo que formalmente no existe, pero sí en los hechos. A diferencia de otras Primeras Damas, se trata de una de las fundadoras del partido político que llevó a Humala a la presidencia, con quien participó en dos campañas. Y, por si fuera poco, ahora ocupa el cargo máximo de dicho partido. Es cierto que ha sido nombrada a dedo y para darle un estatus especial; pero nadie puede negar que lo mismo ocurre en muchos otros partidos.
Hay otras acusaciones que son ciertas pero que no son creación de este Gobierno sino que, lamentablemente vienen del pasado. No es la primera vez que, por ejemplo, estamos ante ministros dóciles y pasivos. Antes se les llamaba “ministros secretarios” o “portavoces”.